La energía nuclear, tras dos accidentes gravísimos: Chernobyl y Fukushima y en el mismo día de otro incidente en Francia sale a colación por la posible reapertura de Garoña.

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Feb 11
La energía nuclear, tras dos accidentes gravísimos: Chernobyl y Fukushima y en el mismo día de otro incidente en Francia sale a colación por la posible reapertura de Garoña.
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Feb 11
Se considera como positivo para el medio ambiente y una economía más social aquella que se basa en los productos de proximidad, en los producidos, especialmente en alimentación, lo más cerca posible del lugar de venta. La realidad, si acudimos a cualquier supermercado de nuestra ciudad, es que lo que nos encontramos son muchos productos de lejanía.
Alimentos tan comunes como las legumbres, patatas o cualquier derivado del maíz pueden proceder de miles de kilómetros. No sólo eso, sino que en muchos casos no existen alternativas locales a productos que se cultivan a distancias que se podrían cubrir hasta en bicicleta desde el mismo supermercado, en la misma huerta zaragozana.
Me he dado varios paseos por las grandes superficies de mi ciudad y lo que he constatado me ha puesto de mal humor, aunque ya lo conocía. Buena parte de los productos que comemos son ejemplo de esos productos de lejanía.
El caso más conocido es el de las patatas, uno de los alimentos más comunes en nuestra dieta, que suelen proceder de Francia, sin que se encuentren de producción local en el súper. El etiquetado de las mismas, por otro lado, motivó una denuncia de Facua pues se vendían como producto local pese a su procedencia. Patatas que además son “viejas” por lo que su calidad es inferior. Además el mercado se ha saturado tanto de patata gala y en menor medida marroquí y egipcia que ha desplazado la producción valenciana o aragonesa.
De encontrar espárragos de Navarra o Rioja ya ni hablamos. Labor casi imposible con la competencia china y peruana. Pero no está de más quedarse con un dato: en 1995 había 5672 agricultores de espárrago navarro, a fecha de hoy son poco más de 300. Todo un ejemplo de que nuestro consumo tiene consecuencias directas.
También es frecuente encontrar frutas y verduras de diversos puntos del planeta pero que se pueden encontrar en la misma Zaragoza y su comarca. Desde peras italianas a lechugas holandesas. El mercado dicta precios, Europa subvenciona determinados cultivos y en determinados países y se produce esta extraña situación. Una manzana que se cultiva en Italia sale más barata al consumidor que una producida a orillas del Jalón y, por ejemplo, se vende dentro del parámetro de especial calidad Eroski Natur. Dentro de la misma península ibérica se produce el mismo fenómeno. El afán por bajar precios hace que los productos de huerta vengan de los invernaderos andaluces mientras la vega del Ebro es el terreno natural de huerta muy fértil.
En el terreno de las legumbres, otra de las bases de nuestra alimentación, en casi todas las superficies tan apenas existen alternativas cultivadas en Europa, aunque se camuflan bajo la etiqueta de elaboradas en la UE. En realidad en Europa solo se han embolsado, pero la producción suele llevarse a cabo en territorio americano y se da la misma paradoja que con las patatas. La legumbre ha sido tradicionalmente un cultivo ibérico que se plantaba en régimen de alternancia con el cereal porque enriquecía la tierra. Un producto tan común en nuestras recetas como el garbanzo procede en muchos casos de México, las lentejas de Canadá y las alubias de EEUU.
Si entramos ya en las legumbres precocidas y envasadas se nos hurta esa información, pues en el sector de los productos elaborados de cara al consumidor se pierde todo rastro de origen.
En los últimos años ha entrado como un ciclón en nuestra dieta la soja, que hasta hace unas décadas solo se consumía en Asia. El 75% de la producción mundial de esta legumbre se hace en EEUU, Brasil y Argentina y casi toda la que consumimos proviene de estos países. Parecido es el caso del maíz, que se importa masivamente, aunque también aquí se produce a mansalva. Ambos granos tienen en común que la mayor parte de lo que consumimos son cultivos transgénicos y que su sistema de cultivo es muy agresivo, mediante extensiones inmensas de agricultura mecanizada y gran gasto de agua. También comparten su omnipresencia, pues ahora mismo en diferentes elaboraciones, están presentes en cientos de productos debido a su precio tan reducido y su versatilidad.
Con los cereales nos adentramos en el misterioso mundo de los productos elaborados y del consumo que hace de los mismos la ganadería intensiva ¿Quién nos certifica la procedencia de las harinas que consumimos directa o indirectamente?
En el caso del trigo deberíamos suponer que es de procedencia cercana, debido a que medio Aragón está cubierto de este cereal. Pero luego las cuentas son las que son y descubrimos que España importó 13,8 millones de toneladas de cereales en 2016.
Dudo mientras escribo, cojo la harina de trigo que tengo en la cocina y se lee bien claro: origen UE y no UE ¿Qué debo entender por no UE? Lo mejor la marca: Aragonesa y se vende en Mercadona. Tiene chufla la cosa.
Caso aparte, no todo va a ser negativo, es el del arroz, del que el Estado Español es exportador y que se produce en el mismo Aragón, con lo que es fácil encontrar una alternativa de proximidad.
El mundo de la producción de carne es una verdadera vuelta al mundo. En una sola tarde y un rápido vistazo encuentro carnes de Alemania, Dinamarca, Irlanda e incluso Australia. Carnes que, por otro lado, suelen proceder de las crueles granjas-factoría con un alto grado de artificialización.
De los pescados recordar que incluso las anchoas de Santoña pueden venir de bancos del Atlántico argentino y que favorecemos al expolio de países del sur. Muchas de las conservas provienen de bancos saharauis expoliados por Marruecos o la mayor parte de gambas, langostinos y camarones se pescan en las costas índicas de países como Mozambique o Somalia.
Si nos vamos al terreno de los elaborados, o simplemente los envasados, volvemos al argumento ya dicho, que es la completa ignorancia de procedencias. Podemos llegar a conocer el lugar donde se metieron en el bote y un listado de letras y numeritos que son los conservantes, colorantes, emulgentes y toda suerte de desconocidos productos, pero eso es todo. De hecho una cuarta parte de la miel que se está consumiendo en el Estado es de procedencia china y con denuncias por adulteración pero no resulta fácil saber de cuál se trata dado que no figura en los envases o bien se mezcla.
Otro caso especial de los envasados son los lácteos. En las últimas décadas se ha ido reduciendo la producción de leche en todo el estado, pese a que había una cabaña vacuna considerable, por el sistema de cuotas de la Unión Europea. Es por ello que muchos de los lácteos elaborados se hacen con leche importada y se importan productos como queso, mantequilla o yogures.
Para buscar procedencias en productos a granel la cosa no es más fácil, pues a menudo hay que esforzarse realmente por encontrar el origen. A menudo en una esquina y con letra diminuta.
A propósito del asunto que centra este artículo existen muchos estudios rigurosos, especialmente de organizaciones de agricultores y consumo, pero la realidad se puede comprobar en cualquier día de compra.
No es una cuestión de proteccionismo económico la defensa del consumo cercano, sino de sentido común. La huella ecológica de mover todas estas mercancías se incrementa cuanto más lejos nos vamos a obtenerlas, por mucho que sean más baratas. Por otro lado las garantías sanitarias, laborales y de otros derechos se obvian cuando no se tiene un control directo sobre la producción.
Y no menos importante es lo que se conoce de las formas en que se generan estos alimentos. Generalmente agricultura y ganadería intensiva, con uso también intensivo de pesticidas y responsable de deforestación y despilfarro de recursos.
Existen alternativas, también está la presión ciudadana o la denuncia si se aprecia etiquetado equívoco o fraudulento. En cualquier caso nunca está de más recordar que el consumo responsable es, sobre todo, una cuestión personal que repercute en nuestra salud.
Feb 03
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Ene 28
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Ene 21
Comenzamos el programa convocando a la jornada anarcofeminista que se celebrará este fin de semana en Zaragoza.
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Ene 19
He preferido dejar pasar la alarma inicial y todas las reacciones, algunas de ellas, especialmente desde el PP, esperpénticas, sobre el último pico de contaminación registrado en Madrid. Nos pilla cerca, pero, estos mismos días, en Beijing y otras ciudades chinas se ha llegado a cuadruplicar la cifra de emisiones madrileña. O en Brixton Rd, Londres, en cinco días de 2017 ya se ha superado el límite anual considerado tolerable de exposición a los óxidos de nitrógeno.
Saltan las alarmas, con razón, y se implementan medidas de urgencia. No faltan los que, en un alarde de interesada ignorancia, intentan minimizar el problema. Ya lo predijo Galeano: vamos directos al desastre, pero ¡joder en qué coches! Ningún conductor sin excusa, que para eso ya están los mentideros internaúticos proclamando auténticas memeces como si fueran hechos científicos.
Sucede de vez en cuando pero luego se nos olvida. Las alertas medioambientales nos ponen frente al espejo más feo del desarrollo y creemos hallarnos frente a un fenómeno nuevo.
La forma de enfocar la información tampoco ayuda, pues induce a pensar que la contaminación poco menos que va a ser letal a corto plazo, cuando el cáncer, como muchas otras enfermedades derivadas de la exposición constante a contaminantes, es multifactorial y no es comparable a un envenenamiento súbito como la catástrofe de Bhopal (20.000 muertos). El problema no es que aparezca la polución, sino que siempre está con nosotros y que sus efectos son como la lluvia fina, que siempre termina calando. Pero, entre la avalancha de noticias y su enfoque espectacular, el problema pronto se olvida.
Este inmediatismo y el presunto poco rigor es la excusa que usan toda suerte de negacionistas.
Un buen ejemplo lo tenemos en el cambio climático. Fue un fenómeno que se hizo mucho más popular a raíz del documental de Al Gore ‘Una verdad incómoda’, en 2006. Ahora bien, en una fecha tan lejana como 1957 es cuando el investigador Charles Keeling empieza a tomar mediciones atmosféricas de CO2 y a sentar las bases de toda una teoría en la que han participado miles de científicos durante décadas. Keeling ni tan siquiera llegó a ver estrenado el documental de Gore pues murió en 2005. Sin embargo se hace ver el fenómeno como una cosa que se han inventado cuatro ecologistas pirados en fecha más o menos reciente.
Con la contaminación urbana el asunto es mucho más espinoso, pues la ciudadanía somos parte activa en la misma e intentamos buscar toda clase de evasivas para ocultarnos la realidad de que el uso del coche produce un aire que enferma. Y las calefacciones también, a lo mejor no tenemos que estar a 25ºC dentro de casa cuando en la calle estamos a bajo cero, pero un mal no tapa otro.
Y ese uso, más bien abuso, del vehículo privado a motor, produce picos preocupantes, pero la polución urbana y sus consecuencias no son un sprint sino una carrera de fondo en la que tenemos todas las de perder. Para empezar porque no se nos ha dicho toda la verdad.
Ya en los años 80 se estableció relación entre las emisiones de los motores diésel con enfermedades respiratorias y cardiopatías. Desde hace décadas ya se conocían los posibles efectos perniciosos del NO2, que además de ser un contaminante del gasóleo se usa como anestésico. En 1998 diversos estudios de universidades estadounidenses concluyen de forma irrefutable la relación entre las partículas del diésel y un listado de hasta 40 patologías. Sin embargo las presiones de diversos lobbies hace que no se reconozca lo evidente hasta 2012 por parte de la OMS y no es hasta 2015 cuando la Agencia Europea del Medio Ambiente reconoce que la contaminación del aire urbano acorta la vida de las personas en nuestro continente.
Aún así, conociendo los peligros del humo del gasóleo, se impulsó la venta de vehículos diésel y se efectuaron numerosas campañas de publicidad ¿Os acordáis de anuncios como el del Olimpo de los diésel?
De hecho los diésel se han subvencionado desde el Estado con el célebre plan Renove, que insiste en incentivar el uso del vehículo privado, que por mucho que tenga ínfulas verdes no deja de contaminar.
Sólo es un ejemplo de la falta de intenciones de poner coto a la contaminación urbana, que mata a miles de personas cada año y enferma a otro tanto.
Tampoco hay planes de control serios, ni tan siquiera en los edificios públicos, del uso racional de calefacción y refrigeración.
Con las industrias contaminantes mejor no meterse a fondo, pues existen demasiados intereses cruzados y darían para más de un artículo. Para muestra un botón como es el que se sigan usando las centrales térmicas habiendo alternativas más eficientes y ecológicas desde hace muchos años. O que en el entorno de muchas grandes ciudades sigan existiendo fábricas que generan emisiones.
En general se recurre a prohibiciones o protocolos sancionadores, pero la prevención es escasa y los protocolos a menudo se quedan en declaración de intenciones. Sancionar pierde el sentido cuando el mal está hecho. De qué sirve una multa a las miles de personas han estado respirando aire contaminado.
Mientras tanto, pasará el invierno, se dejarán de escuchar las voces que hablan de prohibir los motores de gasoil, de controlar las calefacciones, de los gases de efecto invernadero y pensaremos que la contaminación ya no es un problema, que todo fue cuestión de unos días.
Mientras tanto en cualquier hospital alguien será atendido por un asma de origen ignorado, otra persona fallecerá por el agravamiento de una enfermedad vascular, un tercero desarrollará cáncer de pulmón y otra bronquitis crónica. Para estas personas la contaminación urbana sí será un gravísimo problema, aunque puede que ni lleguen a ser conscientes del origen de su mal.
Cada cierto tiempo nos epatará una noticia sobre polución descontrolada que nos recordará que el problema existe y que no es un simple contratiempo. Quizá muchos lo redescubran, como a lo mejor estoy haciendo yo mismo. Lo peor es que por el camino se habrán quedado unas cuantas vidas y otras tantas serán un poco peores.
Ene 19
¿Quién manda realmente en una ciudad como Zaragoza? Empezamos hoy con un repaso a los poderes económicos que rigen los destinos de la ciudad. Hoy le toda el turno a la familia Solans y Pikolín.
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Ene 19
Una edición de el Acratador de montonera noticiosa.
Intentamos tomarlo con humor, pero la realidad represiva en casos como el de los 10 de Zaragoza, Nahuel o las diferentes operaciones contra el anarquismo no nos deja a veces.
En este programa mucha ecología, defensa del Medio Ambiente, mirando atrás y hacia el futuro. Los accidentes ecológicos, incluso los de hace 50 años, pueden perpetuarse o empeorar.
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Ene 19
Empieza y termina el programa con una mirada a lo que acontece en Alepo, desde lo personal a lo bélico.
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Dic 09
Fuimos jóvenes punks y escuchábamos algunas músicas como las que suenan en esta edición de el Acratador, todas ellas con unas cuantas décadas.
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